Acción, emoción, reacción
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Imagen de Pixabay |
Texto inspirado en el Llanto eléctrico de Raúl Vacas
Toda acción genera una emoción y toda emoción genera una reacción. Es una manifestación inevitable, la necesidad y la incapacidad para contener la energía que brota hacia el exterior rompiendo la barrera del auto control. ¿Por qué encerrar las lágrimas y evitar que recorran tus mejillas, por aquello que debería emocionar a cualquier ser humano?
Hay que llorar por no tener familia y amigos, por no tener infancia, por los recuerdos dolorosos, por el amor perdido, llorar por la soledad.
Hay que llorar por la ausencia de apoyo, porque no te tomen en cuenta, por los que no saben ponerse en tu lugar, por los estereotipos, por la presión social, llorar por la ceguera emocional.
Hay que llorar por las simplificaciones y perjuicios, por las discusiones innecesarias, por los diálogos de besugos, por la falta de comunicación, llorar por no encontrar tu sitio en la sociedad.
Hay que llorar por la guerra, por el hambre, por los inocentes, por la enfermedad, por la falta de denuncia, llorar por la pérdida de la esperanza.
Hay que llorar por el acoso, por el maltrato, por las críticas y exigencias, por las malas formas, llorar por el abuso de autoridad.
Hay que llorar por la falta de compromiso, por las promesas incumplidas, por las horas perdidas, por rendirse, llorar por lo que no has hecho y hubieses querido hacer.
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